El huaso o jinete de Chile se distingue absolutamente de arriba abajo, en todos sus pormenores, de un gaucho argentino, un llanero colombiano o un charro mexicano. Figura entre los mejores hombres de a caballo de América y su tradición se remonta a los primeros tiempos de la conquista. El huaso chileno, en sus usos, vestidos, arreos y jaez, de equitación resume un tipo característico chileno, los elementos distintivos del huaso montado, a saber: su manera de vestir, las características de su apero de montar, para lo cual tenemos que concebir el caballo que utiliza desde luego, y que determina a este jinete, junto al huaso chileno hay un caballo chileno y su evolución corresponde al desarrollo y perfeccionamiento alcanzados a través de la historia patria.
El caballo chileno en la actualidad, ya definido su tipo nacional, es un animal de no gran estatura, de poco alzada, grueso y bien musculado, cabeza relativamente liviana, pero casi siempre acarnerada, orejas chicas, cuello corto y musculoso, cruz baja, remos cortos, crines abundantes en todas partes. El pecho siempre ancho, lleno y de músculos salientes con espaldas suficientemente inclinadas y brazos oblicuos muy robustos.
El aspecto de dicho animal salta a la vista en esta descripción, menudo, ágil, casco y tobillos finos, el anca un poco caída, lo vemos corrientemente en el campo y los pueblos mediterráneos de Chile, cabalgado por un jinete corpulento sobre una gran montura de arabescos y metales.
La prueba máxima de caballo chileno es entrar los pies y consiste en detener la cabalgadura bruscamente en forma casi espontánea, en circunstancias que va a todo correr de modo que el extremo de la cola, rebajada hasta las corvas, toque el suelo. Esta parada en seco que demuestra todos los recursos biológicos del caballo tiene una réplica en hacerlo partir, desde la inmovilidad absoluta, aunque vigilante, como un rayo hacia una dirección dada.
Producto de nuestra vida campesina, es bestia de faena en primer lugar, apta para todos los trabajos que requieren el cultivo de la tierra, la ganadería y el transporte. Por sus condiciones especiales, movilidad, capacidad de trabajo y resistencia, sirve tanto para trillar como para rodear el ganado, como animal de silla o de tiro, y en las más difíciles circunstancias es siempre el mismo aguerrido animal, de nervios de acero, incansable, de control perfecto para su desplazamiento, de gran voluntad como dicen nuestros huasos refiriéndose a su fogosidad constante que apenas varía, cualquiera que sea su grado de fatiga en los duros esfuerzos que se le imponen.
A este animal de condiciones excepcionales lo hizo la vida chilena del campo con sus exigencias naturales a través de las generaciones. Para alcanzar los meritos que lo definen debió experimentar por años y años el duro trato de las contingencias del terreno y las necesidades del hombre.
“No el alzado antepecho y agujeros
que fuera del entorno había cavados,
ni la fajina y suma de maderos
con los fuertes bejucos amarrados
detuvieron el curso a los ligeros
caballos, de los hierros hostigados;
que, como si volaran por el viento,
salieron a lo llano en salvamento….”
Canto XI, Alonso de Ercilla